As Obama Ignores Latin America, Foes Rush In

Imprisoned drug lord Walid Makled is a symbol of the narco-corruption that has infected Venezuela under Hugo Chávez. He is also a symbol of declining U.S. influence in Latin America.

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Arrested last August in Colombia, Makled allegedly spent years sending gigantic cocaine loads to the United States. At one point, his U.S.-bound shipments amounted to ten tons each month. Since his incarceration, Makled has revealed that “he had as many as 40 Venezuelan generals and top officials on his payroll to provide security and distribution, among other things,” according to the Wall Street Journal. This revelation was explosive but not altogether surprising, given what U.S. officials already knew about the Chávez regime and its role in the drug business.

A few years ago, the Treasury Department formally accused Gen. Henry Rangel Silva, now serving as Venezuela’s “general in chief,” of trafficking with FARC, Colombia’s prominent narco-terrorist organization. The Government Accountability Office subsequently reported (in 2009) that the volume of cocaine moving through Venezuela had increased “significantly.” Indeed, the oil-rich country is now a major hub in the global drug trade: The United Nations reports that Venezuela was the departure point for more than half of all maritime drug shipments from South America to Europe between 2006 and 2008.

The close relationship between Chávez and FARC helps explain Venezuela’s growing importance to international cocaine trafficking. In March 2008, Colombian armed forces launched an operation that wound up killing FARC leader Raúl Reyes just across the border in Ecuador. They subsequently discovered documents that revealed extensive Venezuelan links to FARC. After these documents were publicized, Chávez responded by branding Colombia “a terrorist state,” sending military personnel to the Venezuelan-Colombian border, and banging the war drum. In July 2009, Colombian troops raided a FARC training camp and found anti-tank rocket launchers that were originally made in Sweden and then sold to Venezuela. In March 2010, Spanish National Court judge Eloy Velasco charged the Venezuelan government with conspiring to assassinate then Colombian president Álvaro Uribe with terrorists from FARC and the Spanish terror group ETA.

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During the 2010 campaign for the Colombian presidency, Chávez described conservative candidate Juan Manuel Santos as a “threat to the region” and “a wolf sent to bomb and invade Ecuador.” The Venezuelan radical further warned that Santos “could cause a war in this part of the world, upon instructions from the Yankees.” In the end, his incendiary rhetoric backfired. Santos cruised to election with 69 percent of the vote in the second-round runoff.

The current Colombian president is a former defense minister and strongly pro-American leader who has pushed for Congress to ratify a bilateral free-trade pact, and has supported a larger U.S. military presence in his country — all of which makes it even more interesting that Santos has chosen to extradite Walid Makled to Venezuela rather than the United States.

What explains this decision?

For starters, according to Santos, President Obama assured him that the extradition destination was not a significant concern for the United States. (National Security Council official Dan Restrepo insists that Obama expressed a clear interest in the matter.) Regardless of what exactly the two presidents discussed, Santos recognizes that Obama has treated Latin America as an afterthought. “While the rest of the world, while Europe and Asia, are strengthening their ties to our region, the U.S. is passive, is disengaged,” Santos said in a speech at Brown University last month.

Washington’s passivity has created a leadership vacuum, now being filled by the likes of Iran, Russia, and China — much to the delight of Hugo Chávez, who has established a strategic partnership with Tehran, purchased massive quantities of advanced weaponry from Moscow, and received generous financial assistance from Beijing. In the absence of U.S. leadership, governments around the region will naturally seek some type of accommodation with Venezuela, which is busy flexing its muscles and bullying its neighbors.

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When it came to Makled’s extradition destination, Chávez probably tempted Bogotá with economic concessions and promises to dismantle any FARC camps that are discovered in Venezuela. But had Obama been a better manager of the U.S.-Colombia relationship, and had he shown a greater commitment to Latin America, it’s likely that Santos would have sent Makled to United States. His decision to placate Chávez cannot be separated from his perception of U.S. disengagement.

With the drug kingpin now sitting in a Venezuelan jail, we don’t know what vital intelligence information may be lost to U.S. authorities. But we do know that Colombia has delivered a powerful message about Obama’s neglect of Latin America.

Editor’s note: a Spanish translation of this article appears on the following page.

El traficante de drogas Walid Makled, ahora encarcelado, es un símbolo de la narco-corrupción que ha infectado a Venezuela bajo el gobierno de Hugo Chávez. Makled es también un símbolo de la decreciente influencia de los Estados Unidos en América Latina.

Makled, que fue arrestado en Colombia en agosto de 2010, pasó supuestamente años enviando cargas gigantes de cocaína a los Estados Unidos. En un momento, los cargamentos destinados al país del norte ascendían a diez toneladas por mes. Según el Wall Street Journal, desde que lo encarcelaron, Makled ha revelado que “tenía en su lista de empleados a sueldo un total de 40 generales y altos funcionarios venezolanos encargados de proveerle, entre otras cosas, seguridad y distribución”. Esta revelación, obviamente explosiva, no es del todo sorprendente, si se tiene en cuenta lo que los funcionarios estadounidenses ya sabían sobre el régimen de Chávez y su papel en el tráfico de drogas.

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Hace unos años, el militar Henry Rangel Silva, que sirve ahora como “general en jefe” de Venezuela, fue formalmente acusado por el Departamento del Tesoro norteamericano de traficar con la prominente organización narcoterrorista FARC de Colombia. En 2009, la Oficina de Responsabilidad Gubernamental (GAO)informó que el volumen de cocaína puesto en circulación a través de Venezuela había aumentado significativamente. De hecho, ese país rico en petróleo es ahora uno de los centros más importantes del tráfico global de drogas: las Naciones Unidas informan que, entre los años 2006 y 2008, Venezuela fue el punto de partida de más de la mitad de todos los cargamentos marítimos de drogas enviados a Europa desde Sudamérica.

La íntima relación entre Chávez y las FARC permite entender la creciente importancia de Venezuela en el  tráfico internacional de cocaína. En marzo de 2008, las fuerzas armadas de Colombia lanzaron una operación que concluyó con la muerte del cabecilla de las FARC Raúl Reyes en Ecuador, al otro lado de la frontera entre los dos países. Posteriormente, las fuerzas armadas descubrieron documentos que revelaban las extensas relaciones que existen entre Venezuela y las FARC. Después que se hicieron públicos estos documentos, Chávez respondió tildando a Colombia de “estado terrorista,” enviando personal militar a la frontera entre Venezuela y Colombia, y batiendo el tambor de la guerra. En julio de 2009, tropas del ejército colombiano hicieron una incursión en uno de los campos de entrenamiento de las FARC, donde encontraron plataformas de lanzamiento de cohetes antitanques fabricadas en Suecia que habían sido originalmente vendidas a Venezuela. En marzo de 2010, el juez Eloy Velasco, de la Corte Nacional de España, acusó al gobierno de Venezuela de conspirar con  miembros de las FARC y del grupo terrorista español ETA para asesinar al entonces presidente de Colombia Álvaro Uribe.

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Durante la campaña presidencial de 2010 en Colombia, Chávez describió al candidato conservador Juan Manuel Santos como “una amenaza para la región” y como “un lobo enviado a bombardear e invadir Ecuador”. El populista radical venezolano advirtió, además, que Santos “podría causar una guerra en esta parte del mundo bajo instrucciones de los yanquis”. Pero, al fin, la retórica incendiaria de Chávez fue un rotundo fracaso: Santos venció fácilmente con el 69 por ciento de los votos en la segunda rueda.

El actual presidente de Colombia, es un antiguo ministro de defensa y un líder marcadamente pro-norteamericano que ha hecho presión para que el Congreso de Estados Unidos ratifique un acuerdo bilateral de libre comercio y que apoya una mayor presencia militar estadounidense en su país. Por eso, resulta mucho más interesante que Santos haya elegido dar la extradición de Walid Makled a Venezuela en lugar de a los Estados Unidos. ¿Cómo se puede explicar esa decisión?

Para empezar, según Santos, el presidente Obama le aseguró que el destino de la extradición no preocupaba particularmente a los Estados Unidos. (El funcionario del Consejo de Seguridad Nacional Dan Restrepo insiste en que Obama expresó un claro interés en esa cuestión.) Si dejamos de lado lo que se dijeron exactamente los dos presidentes, Santos tiene consciencia de que Obama ha tratado a América Latina como algo que no merece particular atención. “Mientras el resto del mundo, mientras Europa  y Asia están fortaleciendo sus lazos con nuestra región, los Estados Unidos se mantienen pasivos y distantes”, dijo Santos en un discurso pronunciado el mes pasado en la Universidad de Brown.

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La pasividad de Washington ha creado un vacío de liderazgo que están llenando países como Irán, Rusia y China, para contento de Hugo Chávez, que ha establecido una alianza estratégica con Teherán, ha comprado en Moscú cantidades masivas de armas avanzadas y ha recibido generosa asistencia financiera de Beijing. A falta de liderazgo por parte de los Estados Unidos, los gobiernos de la región buscarán naturalmente algún tipo de acuerdo con Venezuela, que está empeñada en sacar músculo e intimidar a sus vecinos.

En el caso del destino de extradición de Makled, Chávez posiblemente tentó a Bogotá con concesiones económicas y promesas de desmantelar todo campo de las FARC que descubriera en Venezuela. Pero si Obama hubiera dirigido mejor la relación entre su país y Colombia, es probable que Santos hubiera enviado a Makled a los Estados Unidos. Su decisión de apaciguar a Chávez no puede separarse de la percepción del desinterés del gobierno estadounidense.

Con el cabecilla de las drogas encerrado ahora en una cárcel de Venezuela, no sabemos qué información de inteligencia vital pueden haber perdido las autoridades norteamericanas. Pero lo que sabemos es que Colombia ha enviado un poderoso mensaje sobre la negligencia de Obama con respecto a América Latina.

Jaime Daremblum fue embajador de Costa Rica en los Estados Unidos desde 1998 hasta 2004 y es ahora director del Centro de Estudios de América Latina en el Instituto Hudson.

Traducido del original en inglés por Inés Azar.

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