En diciembre de 1998, Hugo Chávez ganó por primera vez las elecciones presidenciales en Venezuela. Poco después, un abogado del estado occidental de Barinas, cuyo gobernador era por entonces el padre de Chávez, hizo una profética declaración a la revista Newsweek: “Los venezolanos sueñan con tener un salvador, pero Chávez es un dictador. La gente no sabe lo que se le viene”.
Más de 14 años después, Chávez, que sufre de cáncer, está supuestamente a punto de morir, pero su legado autocrático está vivo y perdura.
Venezuela dejó hace tiempo de ser una verdadera democracia. En efecto, el régimen gobernante controla la Corte Suprema (expandida y abarrotada de aliados de Chávez en 2004), la Asamblea Nacional (que en 2010 le otorgó a Chávez la autoridad de gobernar por decreto durante 18 meses) y el Consejo Nacional Electoral (que permitió repetidamente que los partidarios de Chávez violaran las leyes y normas electorales durante la campaña presidencial de 2012), para no hablar de las fuerzas armadas y la policía federal.
Más aun, Venezuela dejó hace tiempo de ser un país con verdadera libertad de prensa o con verdadera libertad económica. Además de imponer severas restricciones al contenido de los medios de comunicación, el gobierno de Chávez bloqueó la transmisión de cobertura crítica, cerró emisoras, llevó a juicio por difamación a numerosos periodistas, excluyó de los actos oficiales a los periodistas que consideraba poco amistosos y, con ayuda de aliados del gobierno y de los medios estatales de comunicación, hostigó a periodistas críticos del régimen, como lo muestra en detalle un informe del Comité para la Protección de Periodistas de agosto de 2012. Se trata de un régimen que no solo se apodera de estaciones de radio y televisión, sino también de bancos, instalaciones petroleras, plantas de cemento, fábricas de alimentos, plantaciones de azúcar, y mucho más.
Entre 1999 (cuando Chávez asumió el poder) y 2012, el puntaje de Venezuela en el Índice de Libertad Económica de la Fundación Heritage bajó 32 puntos. Los únicos países con un puntaje global más bajo en el índice de 2012 eran Eritrea, Libia, Cuba, Zimbabue y Corea del Norte. Ningún país tuvo un puntaje más bajo que Venezuela con respecto a los derechos de propiedad. Entre tanto, en el Índice de facilidad para hacer negocios, publicado por el Banco Mundial el 23 de octubre pasado, Venezuela está muy por detrás de Zimbabue y solo delante de la República Democrática del Congo, Eritrea, la República del Congo, Chad y la República Centroafricana (Cuba, Libia y Corea del Norte no estaban incluidas.)
Hay que recordar que Venezuela está dotada de enormes reservas de petróleo y tuvo alguna vez una considerable clase media. Pero la locura del socialismo bolivariano ha arruinado a la compañía estatal de petróleo y ha provocado el éxodo de numerosos venezolanos de clase media, especialmente entre la población judía del país. (Hace un año, Matthew Fishbane, periodista de la revista Tablet, informó que “cerca de la mitad de la comunidad judía de Venezuela” había escapado “del caos social y económico desencadenado por Chávez y de la incómoda sensación de haber sido designados como blanco específico del régimen”.) Venezolanos de todo tipo comenzaron a buscar desesperadamente un modo de salir del país después de la reelección de Chávez el 7 de octubre pasado. De acuerdo con Bloomberg News, “las visitas a MeQuieroir,com, un sitio de Internet venezolano que proporciona información a los que desean emigrar, se triplicaron, alcanzando un total de 180.000 el día después de que Chávez ganara la elección por un margen de 11 puntos”.
Plagada de alta inflación, carestía de alimentos, cortes de electricidad y deuda en aumento, Venezuela se ha convertido en una las naciones económicamente más disfuncionales del Hemisferio Occidental. Se ha convertido, además, en uno de los países con mayor porcentaje de homicidios. De acuerdo con la organización independiente Observatorio Venezolano de Violencia (OVV), el país sufrió un total de 21.692 homicidios en 2012, un aumento con respecto al total de 19.336 en 2011. La tasa nacional de homicidio (73 por 100.00 habitantes) es una de las más altas de todo el mundo y, sin lugar a dudas, la más alta en América del Sur. La tasa de homicidio en Caracas es aun mucho más alta: el OVV estimó que en 2011 había sido de 200 por 100.000 habitantes, lo cual hace que la capital de Venezuela sea, sin lugar a dudas, la ciudad más peligrosa de la tierra. (En agosto de 2010, en un incidente particularmente embarazoso, una bala perdida hirió en la pierna a una jugadora de béisbol del equipo de Hong Kong que participaba en la Copa del Mundo de Béisbol Femenino en un estadio de Caracas.)
Es indudable que Venezuela tenía serios problemas de crimen y violencia antes de que Chávez asumiera la presidencia. Pero, de acuerdo con el OVV, la tasa nacional de homicidios se ha más que triplicado desde que Chávez subió al poder en 1999. Nick Allen, corresponsal del Telegraph, señala que Venezuela tiene ahora más homicidios que los Estados Unidos y la Unión Europea juntos. Para dar un poco de perspectiva: la población combinada de los Estados Unidos y de los 27 países miembros de la UE (815 millones) es aproximadamente 28 veces mayor que la de Venezuela (29 millones). Como explica el periodista venezolano Francisco Toro, “la tasa de homicidios de Venezuela es inaudita en países de ingresos medios, para no hablar de los países ricos en petróleo, que se benefician de la entrada masiva de nuevos petrodólares”.
e ha dado apoyo a los narcoterroristas de las FARC colombianas y ha permitido que muchos de sus altos funcionarios se conviertan en verdaderos cabecillas del narcotráfico, el país está inundado de drogas, pandillas y armas de fuego. De acuerdo con el Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo, entre 2007 y 2011, Venezuela ocupaba el puesto número 15 entre los grandes importadores de armas de todo el mundo, habiendo adquirido un 555 por ciento más de armas de las que había adquirido en el período de cinco años anterior. Esa acumulación de armas, financiada por los rusos, ha permitido que Chávez equipe a millares de combatientes paramilitares con rifles de asalto AK-47. Estas fuerzas paramilitares constituyen la así llamada “milicia bolivariana”, que tiene como función defender la revolución de Chávez e intimidar a sus opositores.
Como podemos imaginar, ha habido tensiones entre la milicia y las fuerzas armadas oficiales de Venezuela. La muerte de Chávez aumentará esas tensiones. Y producirá también mayor inquietud con respecto a la “cubanización” de tantas instituciones venezolanas. (A principios de 2010, varios antiguos partidarios de Chávez publicaron una carta en la que denunciaban el hecho de que “instituciones como el ejército habían sido distorsionadas por la incursión de elementos externos”, entiéndase cubanos.) La disputa sobre la cubanización podría volverse especialmente feroz si Nicolás Maduro, el acólito de Castro y sucesor designado de Chávez, sube al poder y gobierna como “un títere de La Habana” (para citar la reciente predicción de Gustavo Coronel, antiguo funcionario petrolero venezolano).
Maduro se desempeña actualmente como vicepresidente y también como ministro de relaciones exteriores. Ni Maduro ni Diosdado Cabello, que preside la Asamblea Nacional, tienen el magnetismo, o el talento político, o los fieles seguidores que tiene Chávez. Y sin embargo, los dos parecen decididos a mantener elementos clave de la revolución de Chávez y han mostrado —tanto uno como el otro— una total indiferencia por la constitución de Venezuela en sus declaraciones sobre la posposición de la fecha en la que Chávez debía asumir el poder (fijada originalmente para el jueves 10 de enero). Queda por verse si Maduro y Cabello podrían encontrarse finalmente trabados, con sus respectivas facciones pro-Chávez, en una lucha por el poder.
¿Y qué de las relaciones entre Caracas y Washington? Informes periodísticos recientes indican que funcionarios de Estados Unidos y Venezuela intentan actualmente conseguir un acercamiento bilateral, incluido el restablecimiento de embajadores. Pero es difícil ver cómo Washington podría tener algún tipo de relación “normal” con un régimen que cobija a cabecillas de la droga, trata con brutalidad a opositores políticos, confisca la propiedad privada, acumula armamento ruso, amenaza a sus vecinos y ayuda a Irán a eludir las sanciones internacionales.
La esperanza de los demócratas venezolanos es que a la muerte de Chávez la sigan elecciones nacionales en las que el líder de oposición Henrique Capriles salga victorioso. A pesar de haber perdido frente a Chávez por un margen de 11 por ciento de los votos en las elecciones presidenciales de octubre de 2012, Capriles sigue siendo ampliamente popular y el 16 de diciembre ganó una vez más las elecciones para gobernador de Miranda, el segundo estado con mayor población de Venezuela
Por el momento, todo en Venezuela es enormemente incierto e inestable. Y esa es otra desafortunada consecuencia de la revolución autocrática de Chávez—una revolución que ha transformado a una nación con alta riqueza petrolera en una tierra de crimen, favoritismo y caos.
El embajador Jaime Daremblum es director del Centro de Estudios de América Latina en el Instituto Hudson.
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