La rivalidad entre China y la India — la más populosa dictadura y la más populosa democracia del mundo contemporáneo respectivamente — será uno de los rasgos definitorios de la geopolítica del siglo XXI. China abrió su economía más de una década antes de que lo hiciera la India y, por eso, tiene una clara ventaja en la lucha global por ejercer influencia económica. Pero el gigante del sudeste asiático está ganando terreno rápidamente frente a su vecino del norte y, a más largo plazo, su sistema democrático parece mucho más estable que el modelo autocrático chino. Cuando evalúan la estrategia global de los Estados Unidos en Asia, los decisores políticos norteamericanos ven a la India como un importante contrapeso frente a China. En una zona más cercana, la India puede también servir para morigerar la influencia económica de China en América Latina.
Según un informe de la Agencia France-Presse, “el crecimiento del comercio bilateral de China con América Latina es el mayor que se haya registrado en cualquier región del mundo — asombrosamente, el volumen de ese comercio se ha multiplicado 18 veces durante la última década.” La demanda china de materias primas ha dado considerable impulso al crecimiento del producto interno bruto (PIB) en Argentina, Brasil, Chile, Perú y otros países ricos en recursos naturales, en los que, por esa razón, millones de personas han salido de la pobreza. Estos beneficios económicos merecen que los celebremos. Pero la creciente huella de Pekín en el hemisferio ha producido en Washington preocupaciones en materia de seguridad, porque las ambiciones políticas y militares de China siguen siendo muy poco claras. Por otra parte, China está ayudando a apuntalar al régimen de Hugo Chávez en Venezuela y está expandiendo además su cooperación con los acólitos de Chávez en Bolivia y en Ecuador, mientras fortalece sus lazos con el gobierno de Castro.
El recién descubierto interés de Pekín en el Hemisferio Occidental ha producido justificada sorpresa, pero la creciente actividad de la India en la región beneficia por igual a América Latina y a los Estados Unidos. En un número reciente del American Quarterly, el politólogo Jorge Heine y el diplomático hindú R. Viswanathan observan que el volumen del comercio entre la India y la región de América Latina y el Caribe (ALC) se multiplicó 8 veces entre 2000 y 2009, alcanzando un total de aproximadamente $20.000 millones. Por supuesto, esa suma resulta ínfima frente al volumen global del comercio de China con la región de ALC, que en 2008 alcanzó un total de $140.000 millones (según un análisis publicado en Latin Business Chronicle).
Pero, como apuntó The Economist en 2009, las empresas hindúes han comenzado a hacer inversiones significativas en programas informáticos, productos farmacéuticos, informática para negocios y recursos naturales”. (Por el contrario, el monto de la inversión de China en América Latina “ha sido hasta ahora menos de lo que parece”). A partir del año 2000, dicen Heine y Viswanathan, las empresas hindúes han invertido $12.000 millones en seis sectores económicos clave en ALC: productos agroquímicos, energía, tecnologías de la información (IT), manufactura, minería y productos farmacéuticos. De hecho, muchas firmas hindúes han establecido una importante presencia en la región, incluidas la gigante compañía petrolera ONGC Videsh, Tata Consultancy Services (una potencia en tecnologías de la información) y United Phosphorus (una enorme compañía de productos agroquímicos).
Las inversiones de la India le permiten a América Latina diversificar sus fuentes de crecimiento económico, haciendo que la región dependa relativamente menos de las exportaciones de materias primas. Pero, ¿qué pensar de la manufactura de bajo salario de la India? ¿No le presentan un desafío competitivo a América Latina, donde los salarios de manufactura son más altos? Hasta un cierto punto, sí. De manera amplia, sin embargo, “las exportaciones de la India a la región no representan una amenaza para las industrias de América Latina”, como subrayan Heine y Viswanathan. “Más de la mitad de esas exportaciones son materias primas y productos intermedios, como medicamentos a granel, hilo, telas, y piezas de equipos y maquinarias, que pueden servir para que las industrias latinoamericanas reduzcan los gastos de producción y lleguen a ser globalmente competitivas”.
En su estudio “India: Latin America’s Next Big Thing?” [India: ¿la próxima gran novedad de América Latina?], publicado en 2010, el economista Mauricio Mesquita Moreira, del Banco Interamericano de Desarrollo, concluye que, mientras “existen los fundamentos para una fuerte relación comercial entre las dos regiones”, los aranceles y otros obstáculos para el comercio hacen difícil la cooperación económica. Es de esperar que un progreso gradual en la expansión del comercio quite ímpetu a las medidas políticas proteccionistas. Como explica Moreira, “es probable que un aumento en las relaciones comerciales le dé fuerza al círculo virtuoso en el que el comercio da gran impulso a la cooperación mientras la cooperación crea aun mayores oportunidades para el comercio”.
La reciente expansión de las relaciones comerciales y de inversión entre la India y América Latina ha promovido relaciones diplomáticas más cordiales. Como apuntan Heine y Viswanathan, el número de misiones diplomáticas de los países de ALC en Nueva Delhi había aumentado de 12 en 2002 a 18 en 2009; del mismo modo, el número de misiones diplomáticas de la India en la región de ALC aumentó de 7 en 2002 a 14 en 2009. La relación bilateral más importante es la de la India y el Brasil, que es la economía más grande y el país más populoso de América Latina. En 2003, India y Brasil se unieron a Sudáfrica para firmar la Declaración de Brasilia que lanzó el Foro de Diálogo IBSA entre los tres países. La meta de ese mecanismo es promover mayor cooperación trilateral en áreas relacionadas con el comercio, las inversiones, la educación, la reducción de la pobreza y el medio ambiente. Como señalan Heine y Viswanathan, “Brasil tiene lo que a la India le falta: una masa de tierra vasta y fértil con abundancia de agua que puede aumentar significativamente la producción de alimentos — algo que la India necesitará siempre, sea aceite de soya, legumbres o azúcar”.
A medida que las relaciones económicas indo-brasileñas continúan expandiéndose, podemos esperar que los dos gobiernos busquen una colaboración más estrecha en otras áreas, incluidas las de los asuntos militares. Esa cooperación irritará a los dirigentes comunistas de Pekín, que se piensan como los líderes indisputables del mundo en vías de desarrollo y temen el surgimiento de la India. Washington no estará siempre de acuerdo con las decisiones de Nueva Delhi en materia de política exterior, pero debe acoger con entusiasmo una robusta presencia de la India en América Latina. Después de todo, en las grandes cuestiones económicas y estratégicas de este momento, la India y los Estados Unidos son aliados naturales.
Jaime Daremblum fue embajador de Costa Rica en los Estados Unidos desde 1998 hasta 2004 y es ahora director del Centro de Estudios de América Latina en el Instituto Hudson.
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