Éxito silencioso en América del Sur

Con una población combinada de sólo 10 millones y un producto interno bruto (PIB) combinado que equivale aproximadamente al de Ecuador, Uruguay y Paraguay no atraen la atención de los periodistas o de los decisores políticos. Pero aunque parecen empequeñecidos por el tamaño y la influencia de sus masivos vecinos (Brasil y Argentina), los dos países sudamericanos han estado creciendo en silencio con gran rapidez, mejorando su estabilidad económica y su calificación de crédito.

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Hace un año, el corresponsal de Financial Times Jude Webber apodó a los dos países “los chicos sensacionales”, notando que los dos estaban desempeñándose “por encime de su peso y tamaño”. Uruguay es con mucho la nación más rica y desarrollada. Su economía experimentó un crecimiento del 8,5 por ciento el año pasado, y también el año pasado el país recibió una inversión extranjera directa (IED) que era un 29 por ciento mayor que la de 2009, con una IED total que se elevó a $16.000 millones. En enero, una empresa chileno-finlandesa anunció que iba a construir en Uruguay una fábrica de pulpa de celulosa, que será el mayor proyecto de inversión privada en la historia del país. El desempleo ha descendido en Uruguay a un nivel históricamente bajo, y el país está experimentando un auge de los bienes raíces.

“Es probable que a Uruguay se lo considere como uno de los países mejor administrados de América Latina”, declaró a Reuters el especialista en estrategias de inversión Jim Barrineau. “La deuda que pueda tener no se negocia activamente porque sus bases son tan sólidas que la mayor parte de los administradores compran sus bonos y los conservan”. Dentro del último año, cada una de las tres grandes agencias de tasación —Moody’s, Fitch y Standard & Poor’s— elevó la clasificación de Uruguay. “Tanto la vulnerabilidad externa como la fiscal han disminuido en Uruguay gracias a las mejoras en las tasas de solvencia externa y fiscal, al fortalecimiento de su liquidez externa y a una mejor composición monetaria y estructura de vencimiento de la deuda del gobierno”, declaró Fitch en julio. “La solvencia crediticia de Uruguay está sustentada por una elevado ingreso per cápita, por robustos indicadores sociales y por un sólido marco institucional”. Como informó Bloomberg News recientemente, los inversores creen que Uruguay “está en camino de recibir su primer grado de inversión desde 2002”.

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La economía de Uruguay depende en gran medida de las exportaciones, en particular de carne, granos y soja, que crecieron casi un 24 por ciento entre 2009 y 2010. En mayo, Archer Daniels Midland, el gigante de la agroindustria estadounidense, anunció que estaba construyendo una nueva instalación en el país sudamericano: una masiva terminal de exportación de granos con una capacidad de almacenamiento de 180.000 toneladas y una capacidad de carga inicial de 2.8 millones de toneladas. Uruguay puede convertirse también en uno de los más grandes exportadores de gas en el Hemisferio Occidental: la Administración de Información de Energía de los Estados Unidos ha estimado que el Uruguay posee 20,58 billones de pies cúbicos en reservas de gas natural.

Con todo, el auge de las exportaciones de productos básicos explica sólo en parte el éxito económico de Uruguay. Sus mayores ventajas son sus sólidas bases económicas, su estabilidad política, una clase media relativamente amplia y un sistema de educación relativamente bueno. El Índice de libertad económica (Index of Economic Freedom) para 2011 del Wall Street Journal y la Fundación Heritage le asigna a Uruguay el tercer puntaje más alto de América Latina y el Caribe. En ese sentido, Uruguay puede enorgullecerse de ocupar el más alto rango en el Índice latino de educación (Latin Educational Index) publicado por la revista Latin Business Chronicle; Uruguay es también el país de América Latina que ocupa el puesto más alto en el Índice de prosperidad Legatum (Legatum Prosperity Index) para 2011.

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Mientras Uruguay es una nación de clase media que ocupa el puesto 48, dentro de un total de 187 países y territorios, en el Índice de desarrollo humano de las Naciones Unidas de 2011, Paraguay es una nación mucho más pobre que ocupa el puesto 107. Sin embargo, el año pasado, gracias a una cosecha récord de soya, Paraguay registró la segunda tasa más rápida de crecimiento económico en todo el mundo (15 por ciento), detrás solo de la potencia petrolera de Catar. De acuerdo con el Banco Mundial, las exportaciones de Paraguay aumentaron un 43 por ciento entre 2009 y 2010, con un notable salto del 102 por ciento en la exportación de soja y un aumento del 59 por ciento en la exportación de carne. Pero, como en el caso de Uruguay, las exportaciones agrícolas no son la única explicación de los recientes logros económicos del país: el Fondo Monetario Internacional ha determinado que el crecimiento de Paraguay en 2010 “estuvo impulsado por una amplia expansión económica y no solamente por el auge del históricamente extenso sector agrícola”.  Hace unos meses, Standard & Poor’s elevó la calificación de crédito de Paraguay, después de que se completara un importante acuerdo bilateral de energía entre ese país y el Brasil (A fines de 2010, Paraguay recibió un ascenso de rango por parte de Moody’s). La Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional afirma que Paraguay “mejoró la gestión de la economía, redujo la deuda interna, fortaleció el servicio de aduanas y mejoró el sistema impositivo”.

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Ciertamente, el país sufre todavía de corrupción rampante, de instituciones públicas frágiles y de graves desigualdades sociales, y su región fronteriza sur, que bordea con Argentina y Brasil (parte de la así llamada Triple Frontera), es un área anárquica, al estilo del Lejano Oeste, que sirve de imán para terroristas  y otras organizaciones criminales. Como revelaron los cables publicados por Wikileaks, a Washington le preocupa que haya militantes islámicos y agentes iraníes operando en Paraguay. Entre tanto, es también objeto de preocupación el hecho de que tanto Paraguay como Uruguay pueden estar experimentando un recalentamiento económico. Los decisores políticos tendrán que ocuparse de la creciente inflación antes de que se transforme en un serio problema.

Pero el aspecto más interesante de esta exposición es quizá el siguiente: durante toda su historia moderna, Uruguay y Paraguay han estado regidos por gobiernos democráticos no izquierdistas o por dictaduras militares de derecha, pero su reciente éxito económico se ha producido bajo un gobierno socialdemócrata. Uruguay tiene presidente socialdemócrata desde 2005, Paraguay desde 2008. Estos mandatarios —Tabaré Vázquez y José Mujica en Uruguay y Fernando Lugo en Paraguay— han demostrado que hay más de una clase de izquierdista en América Latina. Los tres presidentes —Vázquez, Mujica y Lugo— han gobernado de manera moderada y pragmática, sin nada del radicalismo que hemos visto en Venezuela. Los tres proporcionan firme evidencia de que, como escribí en otras publicaciones (aquí y aquí, por ejemplo) Hugo Chávez está perdiendo la guerra ideológica en el Hemisferio Occidental.

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Jaime Daremblum fue embajador de Costa Rica en los Estados Unidos desde 1998 hasta 2004 y es ahora director del Centro de Estudios de América Latina en el Instituto Hudson.

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