El 29 de noviembre, el notable número de 138 miembros de las Naciones Unidas votó a favor de concederle a Palestina la condición de “estado observador no miembro”; otros 41 miembros de la ONU se abstuvieron. Sólo nueve países votaron en contra de la resolución: Canadá, la República Checa, Israel, los Estados Unidos y unos minúsculos países insulares del Pacífico. Incluso muchos países conocidos como amigos de Israel decidieron no oponerse al reconocimiento de Palestina. En América Latina, por ejemplo, Colombia y Guatemala se abstuvieron, mientras Costa Rica votó a favor de la resolución. (Hace menos de un año, de acuerdo con la revista Tablet, se consideraba a Guatemala “como un voto seguro contra los intentos de los palestinos de obtener reconocimiento”. No hay más que decir.) En Europa, Gran Bretaña y Alemania se abstuvieron, mientras Francia e Italia votaron a favor. (Un alto diplomático israelí declaró a McClatchy que la abstención de Alemania “había sido un verdadero shock”).
Generalmente recibido como una victoria “simbólica” de los palestinos, el voto de la ONU fue un grave revés para el proceso de paz en el Medio Oriente. Después de todo, los acuerdos de Oslo estipulan que los palestinos deben negociar con Israel su condición de estado independiente. Por eso, cada país que refrendó el reconocimiento del estado palestino o se abstuvo en la votación animó, en efecto, a los palestinos a ignorar sus obligaciones con respecto a Oslo y a continuar albergando ilusiones vanas y peligrosas.
Más aún, el voto fue un triunfo masivo de Hamas, que sigue empeñado en la destrucción de Israel. Hasta el primer ministro palestino Salam Fayyad, miembro de la facción rival Fatah, admitió que el reconocimiento de la ONU había vindicado la estrategia de Hamas de valerse de la violencia más que de la diplomacia pacífica. “Hamas cumplió su cometido”, declaró Fayyad después de la votación. “Hamas ha triunfado”.
No debe extrañar que Mahmoud Zahar, el ministro de relaciones exteriores de Hamas, se complaciera en hacer alarde de la creciente credibilidad de su organización entre los palestinos. “El hecho más importante que surge de esto es la capacidad de Hamas de convencer a todos los palestinos de que nos sigan”, declaró. “Le dimos a Fatah amplia oportunidad de poner en práctica sus ideas, y fracasó.”
El voto de la ONU ha envalentonado a un grupo terrorista y ha convencido a los palestinos de que el tipo de violencia llevada a cabo por Hamas produce resultados. Por eso mismo, el voto de la ONU ha aumentado la probabilidad de que Israel se encuentre pronto luchando en otra guerra en la franja de Gaza., que ha estado bajo el control de Hamas desde 2006 y ha sido usada como plataforma de lanzamiento en miles de ataques con misiles contra Israel. Además, de acuerdo con Ziad Nakhleh, secretario general adjunto de la Jihad Islámica Palestina, durante la guerra del mes pasado, Hamas y sus partidarios dispararon misiles de largo alcance hechos en Irán. Entre tanto, matones armados asesinaron brutalmente a residentes de Gaza sospechados de “colaborar” con Israel. El corresponsal Jodi Rudoren, del New York Times, informó que el cuerpo de un supuesto colaborador fue “arrastrado en motocicleta por las calles de uno de los barrios de la ciudad de Gaza”, y a otro “lo dejaron en una rotonda para que lo contemplaran las multitudes extasiadas”.
Hay que recordar que en 2005 Israel retiró de Gaza a todos sus colonos y a todo su personal de seguridad. Eso significa que los palestinos tuvieron más de siete años para construir un sistema de gobierno efectivo y mostrar su dedicación a una paz duradera. Pero, en lugar de eso, los palestinos han apoyado a un brutal grupo terrorista que rechaza la solución de dos estados y promueve fantasías genocidas de conquistar a Israel por la fuerza. Debería ser ya claro como el agua que los palestinos no están preparados aun para negociar un genuino acuerdo de paz. En efecto, cuando consideramos que el impacto combinado de la guerra de 2012 y del reconocimiento por parte de la ONU ha aumentado significativamente la popularidad de Hamas, las posibilidades de paz parecen ahora más distantes que nunca.
Desafortunadamente, los gobiernos extranjeros, en Europa y en otras partes, parecen no estar dispuestos a admitir que el mayor obstáculo para la paz en Medio Oriente es el rechazo palestino. Es más fácil reprender a Israel por su política de asentamientos. A principios de este mes, por ejemplo, los gobiernos europeos expresaron su consternación frente a la decisión de Israel de aprobar la construcción de nuevas viviendas en distintos lugares del este de Jerusalén y en sus suburbios en Cisjordania. Pero como apunta Jonathan Tobin en su bitácora electrónica en Commentary, la nueva construcción se llevará a cabo “en áreas que todo el mundo sabe que permanecerían en Israel si existiera en efecto un acuerdo”. En otras palabras, “las viviendas israelíes en las áreas disputadas no son peor obstáculo para la paz que el mucho mayor auge inmobiliario árabe en otras áreas de Jerusalén”.
Cuando los palestinos acepten verdaderamente, si lo aceptan, el acuerdo mutuo de existencia de los dos estados, entonces, habrá tiempo de sobra para que los dos lados disputen sobre sus fronteras específicas. Pero por ahora, los asentamientos son una distracción con respecto al problema real, que es la negativa de Hamas —y de grandes segmentos de la sociedad palestina— a aceptar el derecho fundamental de Israel a existir. Después del voto de la ONU a favor de otorgar a Palestina la condición de estado, ese problema será aun peor.
Jaime Daremblum fue embajador de Costa Rica en los Estados Unidos desde 1998 hasta 2004; es actualmente director del Centro de Estudios de América Latina en el Instituto Hudson.
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