Las protestas que los estudiantes universitarios chilenos han estado organizando desde el año pasado son, en parte, un signo de progreso y de más altas expectativas; en parte, son también signos de desaliento con respecto a los costos de matrícula y a la desigualdad económica y en parte, por último, son signos de un malestar social más amplio. Las protestas han enfocado la atención en ciertos problemas que pertenecen exclusivamente a Chile y en otros problemas compartidos por los países de toda América Latina. Pero esas protestas, en buena medida, distraen del desafío educativo más importante de la región: mejorar la escuela primaria y secundaria.
No hay duda de que, a pesar de todo el entusiasmo que, desde 2002, ha despertado el relativamente sólido desempeño de las economías de América Latina, el funcionamiento, persistentemente pobre, de sus sistemas de educación continúa disminuyendo la capacidad competitiva general de la región.
En la última encuesta de opinión de ejecutivos, que publicó el Foro Económico Mundial en su Informe global de competitividad y que incluye 142 países y territorios, solo dos países de América Latina y el Caribe (Barbados y Costa Rica) estaban incluidos entre los 30 primeros puestos en términos de la calidad de su sistema de educación primaria, y solo ocho países (Barbados, Costa Rica, Trinidad y Tobago, Guyana, Suriname, Uruguay, Belice y Colombia) estaban entre los primeros 80. Al mismo tiempo, la región representaba cerca de la mitad de los 30 países que estaban al final de la lista.
Los resultados eran similares cuando los ejecutivos evaluaron la calidad del sistema general de educación de sus países. Una vez más, solo dos naciones de América Latina y el Caribe (las misma dos, Barbados y Costa Rica) consiguieron ubicarse entre los 30 primeros puestos y solo seis estaban entre los primeros 80. Pero 16 de los 40 últimos puestos estaban ocupados por países de America Latina y el Caribe, como lo estaba la mitad de los últimos puestos de la lista.
Hay que notar también que tanto Brasil como México —los dos países más extensos de la región— recibieron bajas calificaciones. En educación primaria, Brasil ocupaba el puesto 124 y México el 121. En calidad global de la educación, Brasil ocupaba el puesto 115 y México el 107. En educación en ciencia y matemáticas, Brasil ocupaba el puesto 127 y México el 126. (El puesto de Chile en esas mismas categorías era 127, 87 y 124 respectivamente.)
Hay que recordar que Brasil y México han tenido gran éxito con los programas de transferencias de dinero destinadas a recompensar a los padres que mantienen a sus hijos en la escuela y los llevan a que les hagan exámenes médicos de rutina. Al principal programa del Brasil se lo conoce como Bolsa Família [Beca Familia]; su contraparte en México es Oportunidades (inicialmente se llamaba Progresa). Y sin embargo, los dos países están todavía en una lucha sin tregua por mejorar los resultados de la educación.
La actual presidente del Brasil, Dilma Rousseff, ha expandido Bolsa Família, como lo hizo su predecesor, Lula da Silva. Rousseff ha lanzado, además, un programa de becas llamado Ciencia sin Fronteras que provee asistencia para que un mayor número de brasileños pueda hacer estudios de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas (STEM) en universidades del extranjero. “Este programa es un aporte valioso y absolutamente necesario”, afirma el politólogo Eduardo Gómez de la universidad de Rutgers. “Pero antes de aspirar a construir una fuerza de trabajo con alta calificación técnica y renombre mundial, la presidente Rousseff debería quizá hacer una mayor inversión en sus escuelas primarias y secundarias, donde verdaderamente está el futuro del progreso científico y tecnológico del Brasil”. Es indudable que la pobreza de su sistema de educación, desde jardín de infantes hasta el último año de la escuela secundaria (equivalente del K-12 estadounidense), es la razón principal por la cual el Brasil enfrenta ahora una gran escasez de mano de obra calificada. El mismo problema se ha presentado en Panamá, país que está en pleno auge a pesar de la pobre calidad de sus escuelas.
Afortunadamente, las campañas de reforma educativa están ganando fuerza en toda América Latina. Gabriel Sánchez Zinny, director gerente de Blue Star Strategies, observó recientemente: “En un país tras otro, las empresas latinoamericanas están formando equipos con el gobierno y las ONGs para proporcionar mejores resultados educativos”.
Sánchez Zinny enumeró varios ejemplos. En Brasil, el más grande conglomerado de medios de comunicación está financiando un programa que ofrece “educación primara completa, reconocida por el gobierno, por medio de una programación televisiva gratuita, incluidos libros, DVDs y otros materiales complementarios”. En México, una organización sin propósitos de lucro contribuyó a financiar un documental producido en 2012 que ilustra cuáles son los obstáculos para que exista un mejor sistema educativo en el país. La película, que pinta un retrato francamente condenatorio del sindicato nacional de maestros de México y de Elba Esther Gordillo, su presidenta, produjo una ola de rumores y expectativa en todo el país, provocando un apasionado debate y “atrayendo más público que los largometrajes premiados con un Oscar”, de acuerdo con Los Angeles Times. Entre tanto, el sector privado de Nicaragua está expandiendo el acceso al Internet mediante una iniciativa de computadoras portátiles en masa, y las empresas de energía de Colombia patrocinan becas y otros programas educativos.
Aun los países de América Latina y el Caribe que ocupaban los puestos más altos en la encuesta del Foro Económico Mundial están haciendo notables esfuerzos por mejorar sus escuelas. Tomemos, por ejemplo, a Costa Rica, mi país natal. “En 2010”, informa el Instituto Legatum, “más de un 80 por ciento de los encuestados expresaron satisfacción con las instituciones educativas locales y convicción de que los niños costarricenses tienen buenas posibilidades de aprender y desarrollarse diariamente”. Pero el país necesita todavía que muchos más alumnos terminen la escuela secundaria y algún tipo de estudio universitario: “El trabajador costarricense típico ha hecho menos de un año de educación secundaria o terciaria”. A partir de 2006, Costa Rica se ha servido de un programa de transferencia condicional de dinero (semejante a Bolsa Família del Brasil y Oportunidades de México) para reducir la tasa de abandono de la escuela secundaria.
Los programas de ese tipo deben expandirse donde sea posible. América Latina tiene un claro déficit de innovación y necesita crear más puestos de trabajo con base tecnológica y no perder el paso con respecto a las economías emergentes de Asia. Y por eso, debe enfocarse con mayor intensidad en la enseñanza de matemáticas y de ciencia. Finalmente, América Latina debe aprovechar su actual impulso dinámico y animar al sector privado a que asuma un papel más activo en iniciativas de educación (como, por ejemplo, becas y programas de Internet).
Si toman estas medidas, los países de América Latina aumentarán enormemente su capacidad de competir en la economía global del siglo XXI.
El embajador Jaime Daremblum es director del Centro de Estudios de América Latina en el Instituto Hudson.
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