Consejos para John Kerry

En su nuevo cargo de secretario de estado norteamericano, John Kerry tiene una gran oportunidad para compensar el desinterés con el que Obama trató a América Latina durante su primera presidencia. Como veterano observador de los asuntos de América Latina, creo que las principales prioridades de Kerry en la región deberían ser: (1) revivir un enérgico programa de libre comercio,  (2) aumentar el apoyo que presta Estados Unidos a las instituciones que hacen cumplir la ley en países plagados por la violencia como Honduras y Guatemala, y (3) hacer de la Organización de Estados Americanos (OEA) un vehículo más efectivo para promover y defender la democracia. Esas iniciativas enviarían señales positivas a los aliados y asociados democráticos de Washington.

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Por la misma razón, Kerry no debería perder mucho tiempo o energía diplomática tratando de mejorar relaciones con los gobiernos autoritarios y anti-norteamericanos de Argentina, Bolivia, Ecuador y Nicaragua. Kerry debería resistirse a hacer concesiones al régimen de Castro hasta que La Habana deje en libertad a Alan Gross, el contratista de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional, que está detenido en una cárcel de Cuba por falsos cargos desde diciembre de 2009. E independientemente de cuándo Chávez muera de cáncer, Kerry no debería buscar un acercamiento con Caracas hasta que los funcionarios de gobierno venezolanos dejen de ayudar a Irán a eludir sanciones, dejen de colaborar con los traficantes de drogas, dejen de perseguir a sus opositores políticos y abandonen la construcción de una dictadura.

Con respecto al comercio hemisférico, el gobierno de Obama está actualmente negociando el Acuerdo Trans-Pacífico de Asociación Económica (TPP, por sus siglas en inglés). Ese acuerdo es un tratado multilateral que abarca a Asia y a las Américas y que fue puesto en marcha por el gobierno de Bush. Pero, en su conjunto, el historial de comercio del actual gobierno es francamente decepcionante. Durante los primeros dos meses de su presidencia, Obama firmó una ley de estímulo económico que contenía una provisión proteccionista titulada “Compre productos norteamericanos” y canceló, además, un programa mexicano de transporte en camiones inspirado en el Tratado de Libre Comercio de América del Norte —NAFTA, por sus siglas en inglés. (En 2011, se inició un nuevo programa piloto.) Para empeorar las cosas, Obama tardó demasiado en finalizar los tratados de libre comercio (TLCs) con Colombia y Panamá, que se firmaron en 2006 y 2007 pero que el gobierno no envió al Congreso hasta octubre de 2011. Más aun, el presidente ha mostrado poco fervor por hacer avanzar la liberalización del comercio hemisférico. El año pasado, el presidente uruguayo José Mujica expresó la inquietud de muchos funcionarios latinoamericanos cuando dijo: “No pienso que el actual gobierno norteamericano esté interesado en TLCs en este momento”.

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Y sin embargo, las oportunidades económicas nunca han sido mejores que ahora en América Latina. Después de todo, la región puede vanagloriarse de tener la economía de crecimiento más rápido de toda la OCDE (Chile), además de otra economía de crecimiento rápido que ha estado experimentando una tasa de expansión semejante a la de la China y que pronto cobrará mucha mayor importancia para los intereses comerciales de los Estados Unidos (Panamá), más otra economía de crecimiento acelerado que aumenta rápidamente su producción de petróleo (Colombia), más una economía que ha reducido dramáticamente la pobreza y que actualmente experimenta un auge histórico de inversiones en explotación minera (Perú), más una economía que es ahora una de las seis o siete más grandes del mundo y que en la última década ha incorporado a decenas de millones de personas a la clase media (Brasil). Entre tanto, al otro lado del Río Grande, hay una economía cuyo reciente crecimiento y cuyas posibilidades futuras han invitado a algunos a llamarla “el tigre azteca” (México). La meta más importante de Kerry con respecto al comercio con América Latina debería ser la de integrar los TLCs estadounidenses que ya han entrado en vigor y también expandir el Acuerdo Trans-Pacífico de modo que incluya tantos países latinoamericanos como sea posible.

Kerry debería también prestar particular atención a las relaciones comerciales de Estados Unidos con México. El comercio bilateral de mercancías se ha duplicado desde el año 2000, y el año pasado Estados Unidos exportó a México un monto de mercancías mayor que la suma total de las que exportó a China, India y Japón combinados. “Si integramos mejor la pericia de México en manufactura y tecnología dentro de la equivalente pericia norteamericana, ganamos todos”, escribe el columnista Thomas Friedman, del New York Times. Esa integración “hace que las empresas estadounidenses sean más rentables y competitivas y puedan, de ese modo, expandirse dentro del país y en el exterior; también les da a los mexicanos buenas razones para permanecer en México y, además, reduce la violencia”.

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México sufre todavía la horrible violencia de los carteles, pero un nuevo estudio de la Universidad de San Diego indica que los homicidios relacionados con el tráfico de drogas se estabilizaron o disminuyeron (quizá de manera significativa) a partir de 2011. En Honduras, desafortunadamente, la violencia y la corrupción de la droga han alcanzado proporciones verdaderamente catastróficas. Por esa razón, los Estados Unidos establecieron tres nuevas bases militares en Honduras en 2012. Honduras tiene ahora la tasa de homicidio más alta del mundo y también la ciudad más peligrosa del mundo (San Pedro Sula). Un despacho de la Associated Press, enviado desde la ciudad de Tegucigalpa en diciembre de 2012, declaraba: “Según muchos sombríos indicadores, la afligida república de América Central no tiene casi de dónde aferrarse a su status de país funcional”.

 

La situación en la vecina Guatemala es algo más prometedora. La tasa de homicidios del país cayó casi un 25 por ciento desde 2009. Sin embargo, Guatemala sufre todavía una seria crisis de seguridad, y el infame cartel de los Zetas (la más despiadada banda de narcotráfico de México) controla aun una perturbadora extensión de territorio en los estados de Petén, Alta Verapaz e Izabal, en el norte de Guatemala. Por todas estas razones, Kerry debería apoyar la creación de un nuevo paquete de ayuda para Centroamérica —como complemento de la Iniciativa Regional de Seguridad para América Central— enfocado en la creación de fuerzas policiales más limpias y de instituciones legales más fuertes. (De acuerdo con un informe del New York Times publicado en octubre de 2012, ya se está trabajando en un plan de ese tipo, al menos para Honduras.)

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Con respecto a la reforma de la OEA, Kerry debería proponerse fortalecer el Sistema Interamericano de Derechos Humanos y también transformar en tratado oficial la Carta Democrática Interamericana. Es alentador el hecho de que Kerry (junto con el senador demócrata Roberto Menéndez, el senador republicano Marco Rubio y el ex senador republicano Richard Lugar) haya firmado en noviembre de 2012 una carta que advierte que el organismo hemisférico “se desliza hacia una parálisis administrativa y financiera” y está en camino a la “irrelevancia”. Kerry debería actuar de acuerdo con esa carta y propiciar una genuina reforma de la OEA.

Muchos norteamericanos conservadores no confían en los instintos de Kerry, en buena medida por su historial de 28 años de trabajo en el Senado. En los 80s, Kerry descartó la invasión a Granada como “la demostración de fuerza de un matón contra una débil nación del Tercer Mundo” y se opuso fervientemente a la política de Ronald Regan a favor de los Contras en Nicaragua. De hecho, Kerry se opuso prácticamente a toda la estrategia de Reagan en América Latina. Como notó Jay Nordlinger en la National Review, Kerry “fue el único senador que en diciembre de 1985 votó en contra de adjudicar fondos para la capacitación de policías en El Salvador, Honduras, Guatemala y Costa Rica”.

Durante la década de los 90s, Kerry apoyó una intervención militar de los Estados Unidos para restaurar al matón Jean-Bertrand Aristide como presidente de Haití. En un artículo editorial publicado en el New York Times en 1994, Kerry afirmaba: “[Aristide] ha demostrado ya que está dispuesto a hacer concesiones y que acepta compartir el poder con una coalición de amplia base que salvaguarde los derechos de cada uno”. Diez años después, en una entrevista con el columnista Andrés Oppenheimer, del Miami Herald, Kerry afirmó que el Proyecto Varela a favor de la democracia, creado por el disidente cubano Oswaldo Payá,  había “metido a mucha gente en problemas” y había “hecho caer el martillo” del régimen contra los disidentes “de un modo contraproducente”.

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Si quiere tener éxito en América Latina durante su gestión como secretario de estado, Kerry debe mostrar mejor instinto del que mostró durante su larga carrera en el Senado. Esperemos que el nuevo secretario comprenda a fondo las verdaderas oportunidades y los verdaderos desafíos que enfrentan los Estados Unidos al sur de la frontera.

Jaime Daremblum fue embajador de Costa Rica en los Estados Unidos desde 1998 hasta 2004 y es ahora director del Centro de Estudios de América Latina en el Instituto Hudson.

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